En esos días, Jesús se retiró a una montaña para
orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día,
llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de
Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su
hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo
de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas
Iscariote, que fue el traidor.
Al bajar con ellos se detuvo en una llanura.
Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado
de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para
escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por
espíritus impuros quedaban curados;
y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él
una fuerza que sanaba a todos.
«Había allí... una muchedumbre venida de
toda Judea, de Jerusalén, de Tiro y de Sidón, que habían llegado
para escucharle»
Los
Obispos, en su calidad de sucesores de los Apóstoles, reciben del Señor a quien
se ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra, la misión de enseñar a
todas las gentes y de predicar el Evangelio a toda criatura, a fin de que todos
los hombres logren la salvación por medio de la fe, el bautismo y el
cumplimiento de los mandamientos.
Para el desempeño de esta misión, Cristo el Señor prometió a sus Apóstoles el
Espíritu Santo, a quien envió de hecho el día de Pentecostés desde el cielo
para que, confortados con su virtud, fuesen sus testigos hasta los confines de
la tierra ante las gentes, pueblos y reyes. Este encargo que el Señor confió a
los pastores de su pueblo es un verdadero servicio, y en la Sagrada Escritura
se llama muy significativamente "diakonía", o sea ministerio...
Entre los oficios principales de los Obispos se destaca
la predicación del Evangelio. Porque los Obispos son los pregoneros de la fe
que ganan nuevos discípulos para Cristo y son los maestros auténticos, es
decir, herederos de la autoridad de Cristo, que predican al pueblo que les ha
sido encomendado la fe que ha de creerse y ha de aplicarse a la vida, la
ilustran con la luz del Espíritu Santo, extrayendo del tesoro de la Revelación
las cosas nuevas y las cosas viejas, la hacen fructificar y con vigilancia
apartan de la grey los errores que la amenazan.
Los Obispos, cuando enseñan en comunión por el Romano
Pontífice, deben ser respetados por todos como los testigos de la verdad divina
y católica; los fieles, por su parte, tienen obligación de aceptar y adherirse
con religiosa sumisión del espíritu al parecer de su Obispo, en materias de fe
y de costumbres cuando él la expone en nombre de Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario