Después de esto, el Señor designó a otros setenta y
dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y
sitios adonde él debía ir. Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero
los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe
trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de
lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a
saludar a nadie por el camino, al entrar en una casa, digan primero: '¡Que
descienda la paz sobre esta casa!'.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz
reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa
misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su
salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean
recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la
gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'.
Meditación del
Papa Francisco
Me pregunto: ¿dónde encontraban los primeros
discípulos la fuerza para dar este testimonio? No sólo: ¿de dónde les venía la
alegría y la valentía del anuncio, a pesar de los obstáculos y las violencias?
No olvidemos que los Apóstoles eran personas sencillas, no eran escribas,
doctores de la Ley, ni pertenecían a la clase sacerdotal. ¿Cómo pudieron, con
sus limitaciones y combatidos por las autoridades, llenar Jerusalén con su
enseñanza? Está claro que sólo pueden explicar este hecho la presencia del
Señor Resucitado con ellos y la acción del Espíritu Santo. El Señor que estaba
con ellos y el Espíritu que les impulsaba a la predicación explica este hecho
extraordinario. Su fe se basaba en una experiencia tan fuerte y personal de
Cristo muerto y resucitado, que no tenían miedo de nada ni de nadie, e incluso
veían las persecuciones como un motivo de honor que les permitía seguir las
huellas de Jesús y asemejarse a Él, dando testimonio con la vida.(S.S.
Francisco, 14 de abril de 2013).
San Lucas fue compañero de San Pablo en sus viajes
apostólicos, como él mismo escribió en los “Hechos de los apóstoles”. En el
evangelio de hoy, Cristo manda a sus discípulos de dos en dos a predicar el
mensaje del Reino de Dios. Dios nos ha hecho por tanto sus evangelizadores, los
mensajeros de la Buena Nueva que Cristo ha traído a este mundo.
Para tal misión Dios ha querido elegir en este
mundo a unas personas para que anuncien su palabra y, con su ejemplo, den
testimonio de la venida de Cristo. Seguro que yo también soy una de esas
personas elegidas por Dios.
Ahora bien, Dios nos advierte que nos manda en
medio de lobos, porque el mundo en el que nos toca vivir y predicar la palabra
de Dios, muchas veces se cierra al mensaje cristiano de la verdad y del amor.
Anunciemos por tanto la paz que Dios ha venido a traernos hace más de 2000
años, pero que nosotros hemos de renovar todos los días; conseguir que todas
las personas que nos rodean sientan en sí la redención que nos ha traído Cristo
en el misterio de la Encarnación.
San Lucas, modelo de entrega a la predicación del
Evangelio hasta la muerte, sea quien nos ayude a llevar a todas las almas al
conocimiento de Cristo, para conseguir la paz de nuestras almas.
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