Uno de la multitud le dijo: "Maestro, dile a
mi hermano que comparta conmigo la herencia". Jesús le respondió:
"Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?". después
les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la
abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas".
Les dijo entonces una parábola: "Había un
hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí
mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'. Después
pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y
amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes
almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'. Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche
vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'. Esto es lo que
sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".
“Esta misma noche te pedirán cuenta de tu vida”
Señor,
hazme digno de menospreciar mi vida para obtener la vida que está en ti. En
este mundo, la vida se parece a los que se sirven de unas letras para escribir
alguna carta. Cuando se quiere, se añade, se quita o se cambia de palabra. Pero
la vida del mundo futuro se parece a lo que hay escrito en los libros sellados
con el sello real sin la menor falta, donde nada hay que añadir y donde nada
falta. Mientras estamos en este mundo cambiante, estemos atentos a nosotros
mismos. Mientras tengamos poder sobre el manuscrito de nuestra vida, sobre lo
que hemos escrito con nuestras propias manos, esforcémonos para añadir lo que
hacemos bien y borremos los defectos de nuestra primitiva conducta. Mientras
estamos en este mundo Dios no pone su sello ni sobre el bien ni sobre mal. No
lo hace hasta el momento de nuestro éxodo, cuando se termina nuestra obra, en
el momento de nuestra partida.
Tal como lo ha dicho san Efrén, es preciso considerar
que nuestra alma se parece a una nave a punto de viajar, pero que no sabe
cuando vendrá el viento, y también se parece a un ejército, que no sabe cuando
va a sonar la trompeta que anuncia el combate. Si dice esto de una nave o de un
ejército que esperan un determinado momento que puede no llegar nunca, ¿cuánto
más conveniente es que nos preparemos para la llegada repentina de
este día, en que será echado el puente y se abra la puerta del mundo nuevo? Que
Cristo, mediador de nuestra vida, nos conceda estar a punto.
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