Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la
multitud y le dijo: "¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te
amamantaron!". Jesús le respondió:"Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios
y la practican".
“Su madre guardaba todas estas cosas en su
corazón” (Lc 2,51)
El que me ama –nos dice– guardará mi palabra, y
mi Padre lo amará, y vendremos a Él. (Jn 14,23). He leído en otra
parte: El que teme a Dios obrará el bien; pero pienso que se dice algo más del
que ama, porque éste guardará su palabra. ¿Y dónde va a guardarla? En el
corazón sin duda alguna, como dice el profeta: En mi corazón escondo tus
consignas, así no pecaré contra ti. (Sal. 118,11).
Así es cómo has de cumplir la palabra de Dios, porque
son dichosos los que la cumplen. Es como si la palabra de Dios tuviera que
pasar a las entrañas de tu alma, a tus afectos y a tu conducta. Haz del bien tu
comida, y tu alma disfrutará con este alimento sustancioso. Y no te olvides de
comer tu pan, no sea que tu corazón se vuelva árido: por el contrario, que tu alma
rebose completamente satisfecha.
Si es así cómo guardas la palabra de Dios, no cabe duda
que ella te guardará a ti. El Hijo vendrá a ti en compañía del Padre, vendrá el
gran
Profeta, que renovará Jerusalén, el que lo hace todo nuevo. (Hch. 3,22; Jl 4,1;
Ap 21,5).
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