Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos,
mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad
que son pocos los que se salvan?".El respondió: "Traten
de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar
y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la
puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo:
'Señor, ábrenos'. Y él les responderá: 'No sé de dónde son ustedes'.
Entonces comenzarán a decir: 'Hemos comido y
bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas'. Pero él les dirá: 'No
sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!'.
Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando
vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y
ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente,
del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay
algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los
primeros y serán los últimos".
“Veréis a
Abraham, Isaac y Jacob y todos los profetas en el reino de Dios”
Al
investigar el misterio de la Iglesia, este Sagrado Concilio recuerda los
vínculos con que el Pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente unido con
la raza de Abraham. Pues la Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su
fe y de su elección se encuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y los
Profetas, conforme al misterio salvífico de Dios. Reconoce que todos los
cristianos, hijos de Abraham según la fe (Ga 3,7), están incluidos en la
vocación del mismo Patriarca y que la salvación de la Iglesia está místicamente
prefigurada en la salida del pueblo elegido de la tierra de esclavitud. Por lo
cual, la Iglesia no puede olvidar que ha recibido la Revelación del Antiguo
Testamento por medio de aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable
misericordia se dignó establecer la Antigua Alianza, ni puede olvidar que se
nutre de la raíz del buen olivo en que se han injertado las ramas del olivo
silvestre que son los gentiles. Cree, pues, la Iglesia que Cristo, nuestra paz,
reconcilió por la cruz a judíos y gentiles (Rm 11,17s). y que de
ambos hizo una sola cosa en sí mismo (Ef 2,14s)..
La Iglesia tiene siempre ante sus ojos las palabras del
Apóstol Pablo sobre sus hermanos de sangre, "a quienes pertenecen la
adopción y la gloria, la Alianza, la Ley, el culto y las promesas; y también
los Patriarcas, y de quienes procede Cristo según la carne" (Rom., 9,4-5),
hijo de la Virgen María. Recuerda también que los Apóstoles, fundamentos y
columnas de la Iglesia, nacieron del pueblo judío, así como muchísimos de
aquellos primeros discípulos que anunciaron al mundo el Evangelio de Cristo.
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