Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a
través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro
diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle:
"¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!". Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a
presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado,
volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús
con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo
entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve,
¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?". Y
agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".
“Se echó rostro en tierra, a los pies de Jesús, dándole
gracias”
La meditación sobre el amor de Dios, me ha
impresionado fuertemente considerando los bienes que recibo de Dios desde el
primer momento de mi vida hasta hoy. ¡Cuánta bondad! ¡Cuánto desvelo! ¡Cuánta
providencia para el cuerpo y para el alma! ¡Cuánta paciencia! ¡Cuánta
dulzura!... Me parece que Dios me ha hecho penetrar y ver claramente esta
verdad: primero, que él está en todas las criaturas; segundo, que todo lo que
hay de bueno en ellas es él; tercero, que es él quien nos hace todo el bien que
de ellas recibimos. Y me parece ver a este rey de gloria y majestad dedicado a
calentar nuestras vestiduras, a refrescarnos con el aire, a alimentarnos con la
comida, a alegrarnos con los sonidos y en los objetos agradables, a producir en
mí todos los movimientos necesarios para vivir y actuar. ¡Qué maravilla!
¡Quién soy yo, oh Dios mío, para ser así servido por
vos, en todo momento, con tanta asiduidad y en todas las cosas con tanto mimo y
tanto amor! Y hace lo mismo con todas las demás criaturas; mas todo eso por mi,
igual que un intendente celoso y vigilante que hace trabajar en todos los
rincones del reino para su rey. Lo que es más admirable es que Dios hace esto
mismo con todos los hombres, aunque nadie piense en ello, si no es alguna alma
escogida, alguna alma santa. Es preciso que, al menos yo, piense en ello y sea
agradecido.
Me imagino que, así como Dios quiere que el fin último de todos sus actos sea
su gloria, así también hace todas estas cosas principalmente por amor de
aquellos que piensan en ello y admiran así su bondad, le quedan reconocidos, y
de ahí nace la ocasión para amarle: los demás reciben los mismos bienes como
por casualidad o por suerte… Dios nos da incesantemente el ser, la vida, las
acciones de todo cuanto en el universo hay creado.
Esta es su ocupación en la naturaleza; la nuestra debe
ser la de recibir sin cesar lo que nos envía de todas partes y devolvérselo con
acción de gracias, alabándole y reconociendo que él es el autor de todas las
cosas. He prometido a Dios de hacer cuanto esté de mi parte.
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