Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo
desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué
angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan
ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a
traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia
estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el
hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la
madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".
«He venido a
prender fuego en el mundo»
Los símbolos del Espíritu Santo: el fuego. Mientras que el agua significaba el
nacimiento y la fecundidad de la Vida dada en el Espíritu Santo, el fuego
simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta
Elías que «surgió como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha» (Sir
48,1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte
Carmelo, figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que toca. Juan
Bautista «que precede al Señor con el espíritu y el poder de Elías» (Lc 1,17),
anuncia a Cristo como el que «bautizará en el Espíritu Santo y el fuego» (Lc
3,16), Espíritu del cual Jesús dirá: «He venido a traer fuego sobre la
tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!». Bajo la
forma de lenguas «como de fuego», como el Espíritu se posó sobre los discípulos
la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2,3-4). La tradición
espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos
de la acción del Espíritu Santo: «No extingáis el Espíritu» (1Te 5,19)...
Jesús no revela plenamente el Espíritu Santo hasta que
él mismo no ha sido glorificado por su Muerte y su Resurrección... Solamente
cuando ha llegado la hora en que él va a ser glorificado, Jesús promete la
venida del Espíritu Santo, ya que su Muerte y su Resurrección serán el
cumplimiento de la Promesa hecha a los Padres: el Espíritu de Verdad, el otro
Paráclito, será dado por el Padre en virtud de la oración de Jesús; será
enviado por el Padre en nombre de Jesús; Jesús lo enviará de junto al Padre
porque él ha salido del Padre...
Por fin llega la hora de Jesús: Jesús entrega su
Espíritu en las manos del Padre en
el momento en que por su Muerte es vencedor de la muerte, de modo que
«resucitado de los muertos por la Gloria del Padre» (Rm 6,4), en seguida da a
sus discípulos el Espíritu Santo dirigiendo sobre ellos su aliento (Jn
20,22).
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