Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria
rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso, todas las
naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el
pastor separa las ovejas de los cabritos y pondrá a aquellas a su derecha y a
estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha:
'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue
preparado desde el comienzo del mundo,porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer;
tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y
me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te
vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo
te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos
enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro
que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron
conmigo'.
Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí,
malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus
ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y
no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me
vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le
preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo,
enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.
Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que
no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron
conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida
eterna".
Nuestros difuntos viven gracias a él
La
gente piadosa, prudente y buena no vive asustada por la muerte por la gran
esperanza que tienen. Todos los días piensan en la muerte como si fuera un
éxodo y el día último en el que nacerán los hijos de Adán. El apóstol Pablo dice:
“La muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían
pecado, así la muerte pasó a todos los hombres” (Rm 5, 14.12)... Así es como
ella ha alcanzado a todos los hombres desde Moisés hasta el fin del mundo. Sin
embargo, Moisés proclamó que su reinado sería destruido; la muerte pensaba
tener prisioneros a todos los hombres y reinar sobre ellos para siempre...,
pero cuando el Altísimo llamó a Moisés desde la zarza ardiendo, le dijo: “Yo
soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob” (Ex 3,6). Al escuchar estas
palabras la muerte se vio sacudida, tembló de temor y comprendió... que Dios es
rey de muertos y de vivos y que llegaría el tiempo en que los hombres
escaparían a sus tinieblas. Y he aquí que Jesús, nuestro Salvador ha repetido
estas palabras a los saduceos diciéndoles: “No es Dios de muertos sino de
vivos: porque para él todos están vivos” (Lc 20, 38)...
Porque Jesús ha venido como homicida de la muerte; se
vistió de un cuerpo como el de los descendientes de Abraham, estuvo clavado en
la cruz y ha sufrido la muerte. Esta comprendió que iba a bajar hasta ella.
Temblando ha cerrado fuertemente sus puertas, pero él rompió estas puertas,
entró y comenzó a arrancar a los que la muerte tenía retenidos. Los muertos,
viendo la luz en medio de las tinieblas, han sacado la cabeza fuera de su
prisión y han visto el resplandor del Rey Mesías... Y la muerte, viendo que las
tinieblas comenzaban a disiparse y los justos a resucitar, ha sabido que, al
final de los tiempos, él se llevaría a todos sus cautivos de las garras de su
poder.
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