Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera
que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus
hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi
discípulo.
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién
de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos,
para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo
vean se rían de él, diciendo: 'Este comenzó a edificar y no pudo
terminar'. ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta
antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra
él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía
lejos, envía una embajada para negociar la paz.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee,
no puede ser mi discípulo.
Reflexión
¿Puede decirse que hay verdadero amor cuando no
hay entrega de uno mismo, cuando no se olvida uno a sí mismo para darse por
completo a la persona amada? Si esto lo exigen dos personas que dicen amarse
cuánto más lo exigirá Cristo de nosotros. Cristo pone el listón del amor muy
alto, hasta el punto de tener que odiar a nuestros seres queridos para seguirle
plenamente. Algunos hombres y mujeres dejan todas sus posesiones precisamente
para seguirle más de cerca, pero seguir a Cristo no es sólo tarea de esos
cuántos hombres y mujeres, sino tarea de todo bautizado. Todos los bautizados
por el hecho de ser hijos de Dios están llamados a seguir las huellas de su
maestro. Pero para esto necesitamos dejar todo lo que nos impida amar a Cristo.
De aquí la importancia de la entrega en el amor hasta el punto de olvidarnos a
nosotros mismos para seguir a Dios en nuestros compromisos de cristianos.
Alguien dijo que evangelio que no duele no es
evangelio. Y a quien no le cuesta tener que renunciar a sus gustos para seguir
a Jesús como lo hicieron sus discípulos. Dios elige para su servicio a los que
Él quiere, pero también espera una respuesta generosa, decida y valiente. Y no
hay duda de que aquellos a los que Dios ha elegido para su servicio más les ama
y más espera de ellos una respuesta incondicional. Si se experimenta que no se
tienen las fuerzas para dejar todos los atractivos del mundo para seguir a
Cristo no hay de que preocuparse porque sólo hay que dar el sí generoso y Dios
hará el resto en nuestra vida.
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