Pero antes de todo eso, los detendrán, los
perseguirán, los entregarán a las sinagogas y
serán encarcelados; los llevarán
ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio
de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su
defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una
sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y
hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la
cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.
Reflexión
Cuando un día el obispo, además de darnos una
cachetada, nos ungió la frente con el óleo de la confirmación en la fe, no
cumplió con una especie de rito necesario para que luego pudiésemos acceder a
los demás sacramentos, especialmente el matrimonio.
Fuimos confirmados en la fe. Fuimos constituidos
"testigos" de Cristo en el mundo. Llegamos a la madurez de nuestra
entrega al Señor. ¿Y qué mejor testimonio que el martirio por Cristo?
Pero atendamos a las entrañas de amor de Cristo
para con su tan amada criatura. No es nuestro Dios un dios que se goza
viéndonos sufrir o queriendo que suframos simplemente porque sí. Seguir a
Cristo no implica vivir de tormentos toda la vida. Amarlo no es dejar que nos
golpeen toda nuestra bendita existencia.
Cuando Cristo nos previene de las persecuciones
únicamente está siendo realista con nosotros, nos está dando como un voto de
confianza. "Me habéis amado. Pues sabed que vuestros hermanos no siempre
actuarán movidos por el amor como fuera de esperar sino que os harán sufrir.
Pero confiad Yo he vencido con el amor al mundo". No son, pues, palabras
que hemos de temer sino consejos de amor, de grande esperanza.
Es el peso del amor. El egoísmo está muy difundido
en nuestro mundo, pero como cristianos estamos llamados a amar y a vencer con
el amor el egoísmo. Y aunque tengamos mil problemas tenemos en Cristo la
confianza de haber obtenido la victoria.
¡Ya hemos vencido! Porque Él nos ha amado primero
y ya nos ha prometido de no abandonarnos en esta dulce lucha por Él que es
nuestro Amado. ¿No es cierto que es un gozo, entonces, poder dar testimonio por
Alguien a quien amamos de verdad?
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