Y al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: "Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones".
Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
Reflexión
El pasaje de hoy nos muestra una cara de Jesús muy
sorprendente. Tras haber llorado por Jerusalén, parece contradictorio
contemplar un primer momento de ternura y otro de dureza casi seguidos en el
tiempo.
Los sumos sacerdotes, los escribas y notables del
pueblo saben muy bien de qué se trata todo esto y quieren quitarlo de en medio,
que no les paralice ni boicotee sus negocios.
Parece que Jesús se enfada con mercaderes y
vendedores, y en parte es así. Pero su enfado no viene por su profesión, su
enfado no va dirigido a los de fuera del templo, va dirigido a los de dentro.
Esto que parece una apreciación sin importancia la tiene y mucha, pues el
mensaje que Jesús quiere transmitir va encaminado a cada uno de nosotros. Sí, a
cada uno de los cristianos que vamos a visitar el templo, a cada uno de los
sacerdotes y religiosos que sirven de manera especial al Señor y a cada uno de
los que llevan la iglesia con una responsabilidad mayor y de dirección. El
mensaje es único: " mi casa es casa de oración ". ¿Qué querrá
decirnos Jesús con esto? Quizás esté pensando en las personas que muchas veces
usamos la iglesia como medio para nuestros intereses, quizás esté pensando en
cada hijo suyo que frecuenta los sacramentos y no se acaba de convencer de que
lo importante verdaderamente es servir sin ser visto, sin sacar tajada, sin que
nadie lo note.
A la Iglesia hemos de acudir de puntillas, con la
confianza de un niño pero con un corazón que ore, que busque el encuentro
verdadero con Dios, y no con los hermanos que pueden terminar en negociaciones
ajenas al dueño de la casa. La Iglesia indudablemente es un misterio, y está
llena de humanidad, y cuenta con fallos humanos.
Con nuestra vida sincera y sencilla y nuestra
actitud orante formamos también esa otra Iglesia, que es la que vale: la
Iglesia de los Santos, la Iglesia que es camino de Salvación, la Iglesia
compañera nuestra en la gran aventura de encontrarnos con Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario