Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a
través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al
encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten
compasión de nosotros!". Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a
presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado,
volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús
con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo
entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve,
¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?". Y
agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".
Reflexión
¡Cuánto se agradece cuando una persona se detiene
en la carretera para ayudarnos cuando nuestro coche se ha averiado! "Jamás
me había visto antes, sabía que muy probablemente no nos volveríamos a
encontrar para que yo le agradeciera este favor... y sin embargo, tuvo el
detalle de detenerse para hacerlo." Parece obligado que ante este hecho,
brote del corazón la gratitud.
Pero suele suceder que las personas que saben
agradecer las cosas grandes, son las que también lo hacen ante pequeños
detalles, que podrían pasar inadvertidos. A quien le cede el paso en medio del
tráfico, al que sabe sonreír en el trabajo los lunes por la mañana, a la
persona que atiende en la farmacia o en el banco... Son felices porque les
sobran motivos para decir esa palabra que para otros es extraña y humillante.
Quien la pronuncia con sinceridad, al mismo tiempo
llena de alegría a los demás, y crea "el círculo virtuoso" de la
gratitud, en el que cada uno cumple su deber con mayor gusto y perfección.
Y si estas personas agradecen a los hombres los
pequeños favores y detalles, ¡cuánto más a Dios que es quien a través de
canales tan variados nos hace llegar todo lo bueno que hay en nuestra vida!
¡Gracias!
Es frecuente que nos olvidemos de dar gracias a
Dios por los beneficios recibidos. Somos prontos para pedir y tardos para
agradecer.
A veces las cosas nos parecen tan naturales que no
se nos ocurre ageradecerlas a Dios:
Darle gracias por las maravillas de la naturaleza:
del aire que es gratis para todo el mundo. Del agua: ese tesoro de la
naturaleza.
Dar gracias a Dios por las maravillas del cuerpo
humano. De tener ojos: esas maravillosas máquinas fotográficas. De tener oídos:
esa maravilla de la técnica. Supongamos que fuéramos ciegos o mudos.
Dar gracias Dios por la familia en la que hemos
nacido. Quizás tengamos problemas, pero si miramos para atrás veremos tragedias
espantosas.
Dar gracias Dios por nuestra Patria. Las hay mejores, pero también las hay mucho peores. Supongamos que hubiéramos nacido en Etiopía o en Somalia: donde tantos mueren de hambre.
Pero sobre todo darle gracias por la fe. Es el mayor tesoro que podemos tener en la Tierra.
Y la principal petición es en ella morir. Tener la suerte inmensa de una santa muerte.
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