Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le
dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere
sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El
segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete
sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer.
Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la
tuvieron por mujer?". Jesús les respondió: "En este mundo los
hombres y las mujeres se casan,
pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la
resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a
los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los
muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza,
cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque
él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para
él".
"No es un
Dios de muertos, sino de vivos"
El
fundamento de nuestra condición presente, es Adán; pero para nuestra vida
futura, es Cristo, nuestro Señor. Lo mismo que Adán fue el primer hombre mortal
y que más tarde todos somos mortales a causa de él, así Cristo es el primero
que ha resucitado de entre los muertos, y les dio el germen de la resurrección
a los que vendrán después de él. Venimos a esta vida visible por el nacimiento
corporal, y por eso somos totalmente perecederos; pero en la vida futura, seremos
transformados por la fuerza del Espíritu Santo, y por eso resucitaremos
imperecederos.
Esto se realizará sólo cuando este germen de vida se
abra, pero desde ahora, Cristo nuestro Señor quiso transportarnos allí de
manera simbólica otorgándonos el bautismo, este nuevo nacimiento en sí mismo.
Este nacimiento espiritual ya es la prefiguración de la resurrección y de la
regeneración que se realizará plenamente en nosotros cuando pasemos a la otra
vida. Por eso el bautismo es llamado también regeneración…
Cuando el apóstol Pablo habla de la vida futura, quiere
tranquilizar a sus auditores con estas palabras: "no sólo la creación,
sino que nosotros también que recibimos las primicias del Espíritu, gemimos en
nuestro interior, esperando la redención de nuestro cuerpo" (Rm 8,23).
Porque si recibimos desde ahora las primicias de la gracia, esperamos
recibirlas en plenitud cuando nos sea dada la felicidad de la resurrección.
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