Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino
de Dios. El les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y
no se podrá decir: 'Está aquí' o 'Está allí'. Porque el Reino de Dios está
entre ustedes".
Jesús dijo después a sus discípulos: "Vendrá
el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre
y no lo verán. Les dirán: 'Está aquí' o 'Está allí', pero no corran a
buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así
será el Hijo del hombre cuando llegue su Día. Pero antes tendrá que sufrir
mucho y será rechazado por esta generación.
Reflexión
El Reino de Dios ya está entre nosotros, aunque no
completamente. Está entre nosotros porque Jesús ya ha venido a la tierra y nos
ha dejado su presencia. Pero todavía falta algo. Es necesario que el Reino
llegue al corazón de cada hombre. Sólo entonces podremos decir que ya ha
llegado en toda su plenitud.
Jesús advierte que no se trata de un reino de
ejércitos, de emperadores, de palacios, etc. sino que es algo mucho más sutil,
menos notorio. Es un gobierno sobre los corazones, cuya ley es la caridad y Cristo
es el soberano.
Dejar que Jesús reine en mi alma significa abrirle
las puertas para que Él haga lo que quiera conmigo. Y El sólo entra y se queda
a vivir si encuentra un alma limpia, es decir, sin pecado. Un alma en pecado es
un lugar inhabitable para Dios. Por eso decimos que hay que vivir en continua
lucha con nuestro peor enemigo, que es el pecado, porque sólo él nos aleja de
Dios, la meta de nuestra vida.
¡Cómo sería el mundo si todos los hombres viviesen
en gracia, en amistad con Dios! ¡Qué diferentes serían las cosas si todos los
países adoptaran el mandamiento de la caridad universal como ley suprema!
Entonces, sí que podríamos decir que el Reino de
los cielos ha llegado a la tierra.
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