Jesús hablando a sus discípulos acerca de su
venida, les hizo esta comparación: "Miren lo que sucede con la higuera o
con cualquier otro árbol.
Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan
cuenta de que se acerca el verano.
Así también, cuando vean que suceden todas estas
cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca. Les aseguro que no pasará
esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán.
La parábola de la higuera se sitúa prácticamente
al final del discurso de Jesús sobre las señales del fin universal. Hace
aproximadamente dos mil años que Cristo pronunció estas palabras, y no pueden
ser más actuales. No hace falta detenerse demasiado en dicho discurso para
encontrar rápidamente el paralelismo entre lo que Cristo nos describe y lo que
nosotros vivimos en la actualidad. Ante tanta adversidad el mensaje de Cristo
es, como siempre, esperanzador: "el Reino de Dios está cerca". Somos
pues, hijos todos de la misma generación, descendientes de Adán y Eva, los
expulsados del paraíso. Pero hijos principalmente de Dios, que nos dignifica a
través de su Hijo Jesucristo y que nos muestra ya la higuera que retoña, es
decir, el Reino naciente en cada corazón que le ama.
El tiempo ha demostrado la autenticidad de las
palabras de Nuestro Señor: "El cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no
pasarán". Esta sorprendente expresión de Jesús está cargada de un profundo
significado: nada perdura en el tiempo, sólo Él es eterno, sólo Él puede decir
"siempre".
Por eso, nos equivocamos si centramos nuestra vida
en lo estrictamente pasajero, material y efímero. Debemos anclarnos en Cristo,
con Él no damos pasos en falso.
Desde luego, y estamos avisados, la senda es
estrecha y espinada, y cuesta transitarla, pero vamos acompañados y guiados por
el Maestro. Este pasaje nos llama a volver a la frescura del Evangelio, a
buscar la autenticidad del mensaje cristiano, seguros de que no pasa, jamás se
desfasa, ni es atemporal. A veces, nuestros prejuicios nos empujan a quedarnos
en lo más superficial de lo que conforma nuestra fe; nos ocupamos con demasiada
frecuencia de lo externo; estamos estancados en nuestra dimensión más
horizontal, olvidándonos de que es la vertical la que nos conduce a las
alturas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario