Cuídense de los hombres, porque los entregarán a
los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán
llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de
los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o
qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque
no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en
ustedes.
El hermano entregará a su hermano para que sea
condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus
padres y los harán morir.
Ustedes serán odiados por todos a causa de mi
Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Meditación del
Papa Francisco
Pensar en que Dios es amor nos hace mucho bien,
porque nos enseña a amar, a darnos a los demás como Jesús se dio a nosotros, y
camina con nosotros. Jesús camina con nosotros en el camino de la vida.
La Santísima Trinidad no es el producto de
razonamientos humanos; es el rostro con el que Dios mismo se ha revelado, no
desde lo alto de una cátedra, sino caminando con la humanidad. Es justamente
Jesús quien nos ha revelado al Padre y quien nos ha prometido el Espíritu
Santo.
Dios ha caminado con su pueblo en la historia del
pueblo de Israel y Jesús ha caminado siempre con nosotros y nos ha prometido el
Espíritu Santo que es fuego, que nos enseña todo lo que no sabemos, que dentro
de nosotros nos guía, nos da buenas ideas y buenas inspiraciones. Hoy alabamos
a Dios no por un particular misterio, sino por Él mismo, "por su inmensa
gloria", como dice el himno litúrgico. Le alabamos y le damos gracias
porque es Amor, y porque nos llama a entrar en el abrazo de su comunión, que es
la vida eterna. (S.S. Francisco, 26 de mayo de 2013).
De belén a la
cruz
Al
día siguiente de la solemnidad de Navidad, celebramos hoy la fiesta de san
Esteban, diácono y primer mártir. A primera vista, unir el recuerdo del
"protomártir" y el nacimiento del Redentor puede sorprender por el
contraste entre la paz y la alegría de Belén y el drama de san Esteban... En
realidad, esta aparente contraposición se supera si analizamos más a fondo el
misterio de la Navidad. El Niño Jesús, que yace en la cueva, es el Hijo
unigénito de Dios que se hizo hombre. Él salvará a la humanidad muriendo en la
cruz. Ahora lo vemos en pañales en el pesebre; después de su crucifixión, será
nuevamente envuelto con vendas y colocado en un sepulcro. No es casualidad que
la iconografía navideña represente a veces al Niño divino recién nacido
recostado en un pequeño sarcófago, para indicar que el Redentor nace para
morir, nace para dar su vida como rescate por todos (cf. Mc 10,45).
San Esteban fue el primero en seguir los pasos de
Cristo con el martirio; murió, como el divino Maestro, perdonando y orando por
sus verdugos (cf. Hch 7, 60). En los primeros cuatro siglos del cristianismo
todos los santos venerados por la Iglesia eran mártires. Se trata de una
multitud innumerable, que la liturgia llama "el blanco ejército de los
mártires"... Su muerte no era motivo de miedo y tristeza, sino de
entusiasmo espiritual, que suscitaba siempre nuevos cristianos. Para los
creyentes, el día de la muerte, y más aún el día del martirio, no es el fin de
todo, sino más bien el "paso" a la vida inmortal, es el día del
nacimiento definitivo, en latín, el dies natalis. Así se comprende el
vínculo que existe entre el dies natalis de Cristo y el dies
natalis de san Esteban. Si Jesús no hubiera nacido en la tierra, los
hombres no habrían podido nacer para el cielo. Precisamente porque Cristo
nació, nosotros podemos "renacer".
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