Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos,
enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando
todas las enfermedades y dolencias.
Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque
estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces
dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son
pocos.
Rueguen al dueño de los sembrados que envíe
trabajadores para la cosecha." Jesús convocó a sus doce discípulos y
les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier
enfermedad o dolencia.
A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes
instrucciones:Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de
Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen
a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a
los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.
Meditación del Papa
Francisco
La oración. En el Evangelio hemos escuchado:
"Rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies". Los
obreros para la mies no son elegidos mediante campañas publicitarias o llamadas
al servicio de la generosidad, sino que son "elegidos" y "mandados"
por Dios. Él es quien elige, Él es quien manda, Él es quien manda, Él es quien
encomienda la misión. Por eso es importante la oración.
La Iglesia, nos ha repetido Benedicto XVI, no es
nuestra, sino de Dios; ¡y cuántas veces nosotros, los consagrados, pensamos que
es nuestra! La convertimos… en lo que se nos ocurre. Pero no es nuestra, es de
Dios. El campo a cultivar es suyo. Así pues, la misión es sobre todo gracia. La
misión es gracia. Y si el apóstol es fruto de la oración, encontrará en ella la
luz y la fuerza de su acción. En efecto, nuestra misión pierde su fecundidad, e
incluso se apaga, en el mismo momento en que se interrumpe la conexión con la
fuente, con el Señor. (S.S. Francisco, 7 de julio de 2013).
Reflexión
El Papa Benedicto XVI nos enseña que no podemos
llevar este mensaje por nosotros mismos, estando alejados del pastor, de
Cristo. Sólo lograremos cumplir con este mandato misionario en cada una de las
difíciles situaciones en las que vivimos, si estamos unidos a Cristo.
Y el Papa va más allá: "No es con el poder,
con la fuerza, con la violencia que el reino de paz de Cristo se extiende, sino
con el don de sí". No podemos aceptar pasivamente el mal que sugiere el
mundo y mucho menos querer combatirlo con la fuerza.
Sólo podremos ayudar este mundo siendo de verdad
lo que somos: cristianos, misioneros, apóstoles de Cristo. Y eso implica el don
de nosotros mismos, salir de nuestras seguridades, de nuestras comodidades,
para que el prójimo tenga también la paz y el amor de Dios, que nosotros
debemos transmitir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario