Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se
le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle:
"¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa
autoridad?".
Jesús les respondió: "Yo también quiero
hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago
estas cosas. ¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los
hombres?". Ellos se hacían este razonamiento: "Si respondemos: 'Del cielo',
él nos dirá: 'Entonces, ¿por qué no creyeron en él?'. Y si decimos: 'De
los hombres', debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un
profeta". Por eso respondieron a Jesús: "No
sabemos". El, por su parte, les respondió: "Entonces yo tampoco les
diré con qué autoridad hago esto".
Meditación del
Papa Francisco
¿Con qué autoridad hacéis estas cosas? Quieren
tender "una trampa" al Señor, tratando de llevarlo contra la pared,
hacerle equivocarse. Pero ¿cuál es el problema que esta gente tenía con Jesús?
¿Son quizás los milagros que hacía? No, no es esto. En realidad el problema que
escandalizaba a esta gente era el de que los demonios gritaban a Jesús:
"¡Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Santo!". Este "es el
centro”, esto escandaliza de Jesús: “Él es Dios que se ha encarnado".
También a nosotros nos tienden trampas en la vida,
pero lo que escandaliza de la Iglesia es el misterio de la Encarnación del
Verbo. Y esto no se tolera, esto el demonio no lo tolera. Cuántas veces se oye
decir: "Pero, vosotros cristianos, sed un poco más normales, como las
otras personas, ¡razonables!". Este es un discurso de encantadores de
serpientes: "Pero, sed así ¿no?, un poco más normales, no seáis tan
rígidos..." Pero detrás de esto está: ´Pero, no vengáis con historias ¡que
Dios se ha hecho hombre!
La Encarnación del Verbo, ¡ese es el escándalo que
está detrás! Podemos hacer todas las obras sociales que queramos, y dirán:
"Pero qué buena la Iglesia, qué buena la obra social que hace la
Iglesia" Pero si decimos que hacemos esto porque aquellas personas son la
carne de Cristo, viene el escándalo. Y esa es la verdad, esa es la revelación
de Jesús: esa presencia de Jesús encarnado
Reflexión
Los fariseos y todos aquellos que habían sido
perjudicados por la expulsión de los vendedores del Templo, se unen para poner
a prueba a Jesús. Podrían tramar algo así: "A ese maestro tenemos que
acusarle de blasfemo. Si le tiramos de la lengua y le provocamos con
adulaciones nos dirá quien es, lo que la chusma anda pregonando de él: que es
"divino", que es hijo del Altísimo... o algo por el estilo. Entonces
será más sencillo acusarle..."
Pero Jesús conoce sus pensamientos, sus
intenciones torcidas y su mala fe. No responde, porque ellos tampoco tienen el
valor de reconocer su pecado: “No echéis vuestras perlas delante de los
puercos” diría en otra ocasión...
Jesús enseñaba con autoridad, no como los escribas
y fariseos. Mientras ellos se refieren a las tradiciones, a interpretaciones o
a normas, Jesús habla en primera persona. "Yo os digo"... su
autoridad moral es incomparable porque a su doctrina añade la convincente
fuerza de sus milagros. Habrá quien no crea en sus palabras, pero ¿y a los hechos?
¿quién los podía negar? Como arguyó ante los fariseos el ciego de nacimiento
recién curado: "si éste (Jesús) no viniera de Dios, no podría hacer
nada". Pero he aquí que "topamos" con el misterio de nuestra
libertad humana, que es capaz hasta de negar lo que es evidente.
La libertad es el mayor don que hemos recibido y
también nuestro mayor riesgo. Con ella podemos aceptar a nuestro Creador, pero
paradójicamente también negarle. Dios no nos ha "programado", para
que le aceptemos por obligación. No somos ordenadores, sino que nuestras
opciones son libres. Prueba de ello es que podemos optar por lo que no es de
Dios. ¡Qué responsabilidad tenemos para saber usar bien de ella! Y ser libre es
optar por obrar según la conciencia. No según es simple gusto... porque la conciencia
responde ante Dios del bien, de lo mejor, y también del mal. Por ejemplo: una
mentalidad materialista, no puede ser libre, porque está condicionada por el
dinero, etc. Por tanto, si la libertad está gobernada por una conciencia recta,
regida por la ley del amor (generosa, veraz, sincera y sacrificada), aunque
pueda equivocarse alguna vez, también sabrá reencontrar el camino y elegir
siempre lo bueno.
Dios habla en nuestro interior, lo ilumina para
que nuestra libertad sea siempre la de un buen hijo ante su Padre.
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