La Iglesia celebra
normalmente la fiesta de los santos en el día de su nacimiento a la vida
eterna, que es el día de su muerte. En el caso de San Juan Bautista, se hace
una excepción y se celebra el día de su nacimiento. San Juan, el Bautista, fue
santificado en el vientre de su madre cuando la Virgen María, embarazada de
Jesús, visita a su prima Isabel, según el Evangelio.
Esta fiesta conmemora el nacimiento
"terrenal" del Precursor. Es digno de celebrarse el nacimiento del
Precursor, ya que es motivo de mucha alegría, para todos los hombres, tener a
quien corre delante para anunciar y preparar la próxima llegada del Mesías, o
sea, de Jesús. Fue una de las primeras fiestas religiosas y, en ella, la
Iglesia nos invita a recordar y a aplicar el mensaje de Juan.
La predicación de Juan
Bautista
Juan Bautista es el Precursor, es decir, el
enviado por Dios para prepararle el camino al Salvador. Por lo tanto, es el
último profeta, con la misión de anunciar la llegada inmediata del Salvador.
Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un
cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Venían hacia
él los habitantes de Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan
bautizaba en el río Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados. Predicaba
que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el
Reino que ya estaba cercano. El primer mensaje que daba Juan Bautista era el de
reconocer los pecados, pues, para lograr un cambio, hay que reconocer las
fallas. El segundo mensaje era el de cambiar la manera de vivir, esto es, el de
hacer un esfuerzo constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto
serviría de preparación para la venida del Salvador. En suma, predicó a los
hombres el arrepentimiento de los pecados y la conversión de vida.
Juan reconoció a Jesús al pedirle Él que lo
bautizara en el Jordán. En ese momento se abrieron los cielos y se escuchó la
voz del Padre que decía: "Éste es mi Hijo amado...". Juan dio
testimonio de esto diciendo: "Éste es el Cordero de Dios...".
Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser digno de desatarle
las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía disminuir y Jesús
crecer porque el que viene de arriba está sobre todos.
Fue testigo de la verdad hasta su muerte. Murió
por amor a ella. Herodías, la mujer ilegítima de Herodes, pues era en realidad
la mujer de su hermano, no quería a Juan el Bautista y deseaba matarlo, ya que
Juan repetía a Herodes: "No te es lícito tenerla". La hija de
Herodías, en el día de cumpleaños de Herodes, bailó y agradó tanto a su padre
que éste juró darle lo que pidiese. Ella, aconsejada por su madre, le pidió la
cabeza de Juan el Bautista. Herodes se entristeció, pero, por el juramento
hecho, mandó que le cortaran la cabeza de JuanBautista que estaba en la cárcel.
¿Qué nos enseña la vida de Juan Bautista?
Nos enseña a cumplir con nuestra misión que
adquirimos el día de nuestro bautismo: ser testigos de Cristo viviendo en la
verdad de su palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de
nuestra palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia, así como
era el Papa Juan Pablo II.
Nos enseña a reconocer a Jesús como lo más
importante y como la verdad que debemos seguir. Nosotros lo podemos recibir en
la Eucaristía todos los días.
Nos hace ver la importancia del arrepentimiento de
los pecados y cómo debemos acudir con frecuencia al sacramento de la confesión.
Podemos atender la llamada de Juan Bautista
reconociendo nuestros pecados, cambiando de manera de vivir y recibiendo a
Jesús en la Eucaristía.
El examen de conciencia diario ayuda a la
conversión, ya que con éste estamos revisando nuestro comportamiento ante Dios
y ante los demás.
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