miércoles, 5 de junio de 2013

Juan XXIII 50 años de su muerte

El 4 junio 2013. El Santo Padre Francisco al finalizar la celebración eucarística en la basílica de San Pedro y tras rezar ante la urna que contiene los restos del beato Juan XXIII, recibió ayer por la tarde a dos mil peregrinos pertenecientes a la diócesis de Bérgamo para conmemorar los cincuenta años de la muerte del pontífice.
El Papa recordó cómo la Plaza de San Pedro se convirtió aquellos días en un santuario a cielo abierto, llena día y noche de fieles de distintas edades y condiciones sociales que con asombro rezaban por la salud del Papa y la gran conmoción de aquél 3 de junio de 1963 al saberse la noticia del fallecimiento del pontífice. El mundo entero había visto en el Papa Juan a un pastor y a un padre. ¿Y cómo había conseguido ganarse el corazón de personas tan diferentes, muchos de ellos incluso, no cristianos? La respuesta, ha dicho Francisco estaba en su lema episcopal, “Oboedientia et pax”: Obediencia y paz.
Juan XXIII vivió una purificación, que le permitió desligarse de sí mismo y unirse a Cristo, dejando de esta manera surgir esa santidad que la Iglesia más tarde ha reconocido oficialmente. “Quien pierda la propia vida por mi, la salvará” nos dijo Jesús. Esta es la verdadera fuente de bondad del papa Juan, de la paz que ha difundido en el mundo, aquí está la raíz de su santidad: en esta obediencia evangélica.
Esta es una enseñanza para cada uno de nosotros, incluso para Iglesia de nuestro tiempo: si conseguimos dejarnos guiar por el Espíritu Santo, mortificar nuestro egoísmo para dejar espacio al Señor y a su voluntad, entonces encontraremos la paz, sabremos ser constructores de paz y esparciremos esa paz a nuestro alrededor”.
 “Imitad su santidad. Dejaros guiar por el Espíritu Santo. No tengáis miedo de los riesgos, como él no tuvo miedo. Docilidad al Espíritu, amor a la Iglesia y adelante…que el Señor hará todo el resto”.

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