No den lo que es santo a los perros, ni echen
sus perlas a los cerdos, pues podrían pisotearlas y después se volverían contra
ustedes para destrozarlos. Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos: ahí está toda la
Ley y los Profetas.
Entren por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino
que conduce a la ruina, y son muchos los que pasan por él. Pero ¡qué angosta es la puerta y qué escabroso el camino que conduce a la
salvación! y qué pocos son los que lo encuentran.
Reflexión
En este evangelio Jesús nos invita a entrar por la
puesta estrecha. Nos podemos preguntar: "Señor, en mi vida diaria, ¿cuál
es la puerta estrecha?" Y nos puede resultar algo confuso esta idea, y
quizá no la entendamos. Pero lo que Cristo realmente nos está pidiendo es que
seamos que vivamos las enseñanzas que nos ha dejado mediante el camino de la
abnegación. ¿Y para qué todas estas negaciones? Para poder lograr entrar por la
puerta estrecha que conduce a la vida eterna. Nosotros, los cristianos, tenemos
una misión muy clara y precisa, predicar el Evangelio a todo el mundo, y no
podemos estar satisfechos hasta no ver terminada nuestra tarea. Nuestras perlas
preciosas están en nuestro corazón cada vez que le recibimos en el sacramento
de la Eucaristía. De ahí nace la necesidad de pedirle a Dios nuestro Señor que
nunca nos deje solos y que nos conceda la gracia de llegar a su presencia para
gozar el fruto de nuestra abnegación.
Beato Juan Pablo II
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