Un día Jesús se había apartado un poco para orar,
pero sus discípulos estaban con él. Entonces les preguntó: «Según el parecer de
la gente, ¿quién soy yo?»
Ellos contestaron: «Unos dicen que eres Juan
Bautista, otros que Elías, y otros que eres alguno de los profetas antiguos que
ha resucitado.», entonces les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy
yo?» Pedro respondió: «Tú eres el Cristo de Dios.», Jesús les hizo esta
advertencia: «No se lo digan a nadie».
Y les decía: «El Hijo del Hombre tiene que sufrir
mucho y ser rechazado por las autoridades judías, por los jefes de los
sacerdotes y por los maestros de la Ley. Lo condenarán a muerte, pero tres días
después resucitará.», también Jesús decía a toda la gente: «Si alguno
quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y
que me siga.
Les digo: el que quiera salvarse a sí mismo, se
perderá; y el que pierda su vida por causa mía, se salvará.
“Que
coja su cruz cada día y me siga”
El
peso de la cruz, que Cristo ha cargado, es la corrupción de la naturaleza
humana con todas sus consecuencias de pecado y sufrimiento, con las cuales la
castigada humanidad está abatida. Sustraer del mundo esa carga, ése es el sentido
del vía crucis. No se trata, pues, de un recuerdo simplemente piadoso de los
sufrimientos del Señor cuando alguien desea el sufrimiento. La expiación
voluntaria es lo que nos une más profundamente y de un modo real y auténtico
con el Señor. Y ésa nace de una unión ya existente con Cristo. Pues la
naturaleza humana huya del sufrimiento… Sólo puede aspirar a la expiación quien
tiene abiertos los ojos del espíritu al sentido sobrenatural de los
acontecimientos del mundo; esto resulta posible sólo en los hombres en los que habita
el Espíritu de Cristo…
Ayudar a Cristo a llevar la cruz proporciona una
alegría fuerte y pura… De ahí que la preferencia por el camino de la cruz no
signifique ninguna repugnancia ante el hecho de que el Viernes Santo ya haya
pasado y la obra de redención haya sido consumada. Solamente los redimidos, los
hijos de la gracia, pueden ser portadores de la cruz de Cristo. El sufrimiento
humano recibe fuerza expiatoria sólo si está unido al sufrimiento de la cabeza
divina.
Sufrir y ser felices en el sufrimiento, estar en la
tierra, recorrer los sucios y ásperos caminos de esta tierra, y con todo reinar
con Cristo a la derecha del Padre; reir y llorar con los hijos de este mundo, y
con los coros de los ángeles cantar ininterrumpidamente alabanzas a Dios: ésta
es la vida del cristiano hasta el día en que rompa el alba de la eternidad.
Santa Teresa Benedicta de la Cruz
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