Jesús, pues, bajó del monte, y empezaron a seguirlo muchedumbres.
Un leproso se acercó, se arrodilló delante de él y le dijo: «Señor, si tú
quieres, puedes limpiarme.» Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero;
queda limpio.» Al momento quedó limpio de la lepra.Jesús le dijo: «Mira, no se
lo digas a nadie; pero ve a mostrarte al sacerdote y ofrece la ofrenda ordenada
por la Ley de Moisés, pues tú tienes que hacerles una declaración.»
“Jesús extendió la mano y lo tocó.”
En
nuestros días, en Occidente, la peor enfermedad no es la tuberculosis o la
lepra sino el sentirse indeseable, abandonado, privado de amor. Sabemos cuidar
las enfermedades del cuerpo por medio de la medicina, pero el único remedio
para la soledad, el desconcierto y el desespero es el amor. Hay mucha gente que
muere en el mundo por falta de un trozo de pan, pero hay muchos más que mueren
por falta de un poco de amor. La pobreza de Occidente es una pobreza diferente.
No es sólo una pobreza de soledad, sino también de falta de espiritualidad.
Existe un hambre de amor como existe un hambre de Dios...
Beata Teresa de Calcuta
Reflexión
No hay duda que la vida de los hombres está llena
de sufrimientos más o menos visibles, físicos, mentales, morales. El leproso
del evangelio de hoy es una de estas miserias.
Aunque los hombres se afanen por buscar las
riquezas y finjan vivir en un mundo inmortal, los signos de la muerte que cada
hombre lleva en sí mismo son inevitables. Los encontramos en cada paso de
nuestra vida. Drogas, matrimonios deshechos, suicidios, abusos, enfermedades y
un sin fin de desgracias que hasta el hombre más famoso, más rico, más sabio y
más sano conoce personalmente. Para muchas personas muchas de estas realidades
son hechos de cada día. Sin embargo, ellas mismas saben que a pesar de ello se
debe ir adelante en la vida lo mejor posible.
Por eso, Jesús pone en sus manos este elenco de
desdichas y lo transforma en gracias y en bendiciones. Realiza milagros para
que veamos que es capaz de darnos una vida que no sólo es sufrimiento sino que
también hay consuelos físicos y morales que, son más profundos porque tocan el
alma misma. Para esto ha venido a esta vida, para traernos un reino de amor y
unión.
Basta que nosotros usemos correctamente nuestra
libertad para que se realicen todas las gracias que Cristo quiere darnos. Basta
confiar en Él, en su palabra que nos habla del Padre misericordioso e
interesado por nuestra felicidad.
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