Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de
los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente y al notar cómo los
invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:"Si
te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque
puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú y
cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: 'Déjale el
sitio', y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en
el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: 'Amigo,
acércate más', y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque
todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado". Después
dijo al que lo había invitado: "Cuando des un almuerzo o una cena, no
invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos
ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los
pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo
retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los
justos!".
“Mi banquete está preparado,...venid a la boda.” (Mt
22,4)
El
Señor fue invitado a un banquete de boda. Observando a los invitados...les
contó esta parábola, que incluso tomada en su sentido literal, es muy útil y
necesaria a todos los que desean ser tenidos en consideración por los demás o
tienen miedo de ser tenidos en poco...
Pero, como esta historia es una parábola, encierra en
si un significado que rebasa su sentido literal. Miremos, pues, de qué boda se
trata y quiénes son los invitados a la boda. Esta boda se realiza cada día en
la Iglesia. Cada día el Señor celebra sus bodas, porque cada día él se une a
las almas fieles en su bautismo o en su traspaso de este mundo al reino de los
cielos. Y nosotros, los que hemos recibido la fe en Jesucristo y el sello del
bautismo, estamos invitados a sus bodas. Una mes está preparada para nosotros,
de la cual dice la Escritura: “Preparas una mesa ante mí enfrente de mis
enemigos.” (Sal 22,5) Encontramos en la mesa los panes de la propiciación, el
ternero cebado, el Cordero que quita los pecados del mundo. En esta mesa se nos
ofrece el pan vivo bajado del cielo y el cáliz de la Alianza Nueva. Aquí se nos
presentan los evangelios y las cartas de los apóstoles, los libros de Moisés y
de los profetas que son como manjares llenos de todas las delicias.
¿Qué más podríamos desear? ¿Por qué escogeríamos los
primeros sitios? Sea cual fuera el sitio que ocupemos, tenemos de todo en
abundancia y no nos falta nada.
San Bruno de Segni
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