Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí,
que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a
causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué
podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus
ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver
al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino".
«El que tome su cruz que me siga»
Al cumplirse el
misterioso designio de su bondad, el Señor tomó la condición de esclavo y se
digno rebajarse hasta la muerte de cruz(Fl 2,8). Para realizar en nuestro
corazón, por medio de una humillación visible, aquella celestial sublimación,
para nosotros invisibles. Considera pues, de qué altura nos precipitamos desde
el principio, y comprenderás que por voluntad de la divina sabiduría
y por su bondad somos restituidos a la vida. Con Adán caímos en la soberbia;
por eso somos humillados en Cristo para poder cancelar la antigua culpa con el
remedio de la virtud contraria, de modo que los que con la soberbia
ofendimos a Dios, le aplaquemos poniéndonos a su servicio.
Alegrémonos, y gocemos en aquel
que nos ha hecho objeto de su lucha y de su victoria, diciendo:»Tened valor,
oye vencido al mundo»(Jn16,33)... El invencible, peleará por nosotros y vencerá
en nosotros. Entonces el príncipe de las tinieblas será echado fuera, aunque no
ciertamente fuera del mundo, sino fuera del hombre, cuando al penetrar en
nosotros la fe, es obligado a salir fuera y dejar libre el puesto a Cristo;
cuya presencia pone en fuga al pecado y significa el destierro de la derrota de
la serpiente...
Que los oradores guarden su
elocuencia, los filósofos su sabiduría, los reyes sus reinos; para nosotros la
gloria las riquezas y el reino, es Cristo; nuestra sabiduría, es la locura del
Evangelio; la fuerza es, la debilidad de la carne, y la gloria, es el escándalo
de la cruz.
San Paulino de Nola
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