No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de
ustedes ha querido darles el Reino.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse
bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde
no se acerca el ladrón ni destruye la polilla, porque allí donde tengan su tesoro, tendrán
también su corazón.
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas
encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su
señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor
encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica,
los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o
antes del alba y los encuentra así!
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a
qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa, ustedes también estén preparados, porque el Hijo
del hombre llegará a la hora menos pensada".
Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta
parábola la dices para nosotros o para todos?".
El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador
fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para
distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar,
encuentre ocupado en este trabajo!
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus
bienes, pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en
llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a
comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada,
lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su
señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había
dispuesto, recibirá un castigo severo.
Pero aquel que sin saberlo, se hizo también
culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le
pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.
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