Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús
preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre?
¿Quién dicen que es?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es
Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los
profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que
soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió:
"Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de
Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre
que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos.
Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates
en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que
no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus
discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos,
de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y
resucitar al tercer día.
Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo,
diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá".
Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro:
"¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque
tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".
“Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt
16,18)
Hermanos,
cuando se trata de cumplir con mi deber de obispo, descubro que soy débil y
cobarde, cargado con la fragilidad de mi propia condición, cuando, en realidad,
deseo actuar con generosidad y valentía. Con todo, mi fuerza viene de la
intercesión del Sacerdote supremo y eterno, semejante a nosotros pero igual al
Padre, que se ha abajado en su divinidad al nivel de la humanidad y ha elevado
la humanidad al nivel de Dios. Encuentro un gozo santo y justo en las
disposiciones que él ha tomado. En efecto, si bien ha delegado en numerosos
pastores el cuidado de su rebaño, no ha abandonado el pastoreo de sus amadas
ovejas. Gracias a esta vigilancia fundamental y eterna, he recibido yo a mi vez
la protección y el apoyo del apóstol Pedro que no abandona su función tampoco.
Este fundamento sólido sobre el que se construye todo el edificio de la
Iglesia, no dejará que se derrumbe la fábrica del edifico que descansa sobre
él.
No desfallecerá nunca la
firmeza de la fe por la que el primer apóstol fue alabado por el Señor. Del
mismo modo que todo lo que Pedro confesó acerca de Cristo permanecerá,
permanecerá también lo que Cristo prometió a Pedro... La disposición querida
por la verdad de Dios permanece. San Pedro persevera en la firmeza que ha recibido;
no ha abandonado el gobierno de la Iglesia a él confiada. Así, hermanos míos,
lo que Pedro obtuvo por su profesión de fe, inspirado por Dios Padre, es la
firmeza de una roca que ningún poder podrá jamás hacer perecer. En la Iglesia
entera, Pedro dice cada día: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”. (Mt
16,16)
San León I el
Magno
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