Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los
Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo
vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el
campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se
dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a
vender todo lo que tenía y la compró."
Un tesoro escondido
La esposa [del Cantar] de los
Cantares dice que, al no encontrar a su Amado en el lecho, se levantó para
buscarle por la ciudad, pero en vano; y que en cuanto salió de la ciudad,
encontró al que amaba su alma... (Ct 3,1-4). Jesús no quiere que encontremos en
el reposo su presencia adorable; él se esconde... ¡Y qué
melodía para mi corazón ese silencio de Jesús...! Él se hace pobre
para que nosotras podamos darle limosna, nos tiende la mano como un mendigo,
para que cuando aparezca en su gloria el día del juicio, pueda hacernos oír
aquellas dulces palabras: «Venid vosotros, benditos de mi Padre, porque tuve
hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y
me hospedasteis, estuve enfermo y en la cárcel y me socorristeis» (Mt 25,
34-36). El mismo Jesús que pronunció estas palabras es quien busca nuestro
amor, quien lo mendiga... Se pone, por así decirlo, a nuestra merced. No quiere
tomar nada sin que se lo demos...
Jesús es un tesoro escondido, un bien inestimable que
pocas almas saben encontrar porque está escondido, y el mundo ama lo que
brilla. ¡Ah!, si Jesús quisiera mostrarse a todas las almas con sus dones
inefables, ciertamente ni una sola alma los desdeñaría. Pero él no quiere que
le amemos por sus dones: él mismo quiere ser nuestra recompensa.
Para encontrar una cosa escondida, hay que esconderse
también uno mismo. Nuestra vida ha de ser, pues, un misterio. Tenemos que
parecernos a Jesús, al Jesús cuyo rostro estaba escondido (Is 53,3)... Jesús te
ama con un amor tan grande, que, si lo vieras, caerías en un éxtasis de
felicidad..., pero no lo ves y sufres. ¡Pronto Jesús se levantará para salvar a
todos los mansos y humildes de la tierra»...!
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897)
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