Herodes, en efecto, había hecho arrestar y
encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la
que se había casado, porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a
la mujer de tu hermano".
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero
no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y
santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con
gusto. Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su
cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los
notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a
Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que
quieras y te lo daré".
Y le aseguró bajo juramento: "Te daré
cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino". Ella
fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de
Juan el Bautista", respondió esta. La joven volvió rápidamente adonde
estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo,
sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su
juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a
un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le
cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y
esta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo supieron,
fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
«Dichosos los perseguidos
por la justicia»(Mt 5,10)
La
muerte de Cristo está al origen de un multitud de creyentes. Por la fuerza del
mismo Señor Jesús, y gracias a su bondad, la muerte preciosa de sus mártires y
de sus santos ha hecho nacer una gran multitud de cristianos. Jamás, en efecto,
la religión cristiana ha podido ser aniquilada por la persecución de los
tiranos y la muerte injustificable de inocentes: ella más bien ha obtenido cada
vez más un gran aumento.
Nosotros tenemos un ejemplo en San Juan, el que
bautizó a Cristo y por tanto nosotros festejamos hoy el santo
martirio. Herodes, ese rey infiel, quiso, por fidelidad a su
juramento, borrar completamente de la memoria de los hombres el recuerdo de
Juan. Pues, no solamente Juan no fue aniquilado, sino millares de hombres
inflamados por su ejemplo, acogerán la muerte con alegría por la justicia y la
verdad... ¿qué cristiano, digno de tal nombre, no venera hoy a Juan, el que
bautizó al Señor? Por todo el mundo los cristianos celebran su memoria, todos
las generaciones lo proclaman bienaventurado y sus virtudes llenan la Iglesia
de su perfume. Juan no ha vencido él solo y no ha muerto él solo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario