Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el
más grande. Pero Jesús,conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y
acercándolo, les dijo: "El que recibe a este niño en mi Nombre, me
recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el
más pequeño de ustedes, ese es el más grande".
Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo:
"Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos
de impedírselo, porque no es de los nuestros".
Pero Jesús le dijo: "No se lo impidan, porque
el que no está contra ustedes, está con ustedes".
Reflexión
En esta ocasión, los discípulos también se
preocupan por saber quién sería el mayor de entre ellos. Suele suceder que en
un grupo humano siempre hay uno o unos pocos que mandan y que en definitiva son
los importantes. Los importantes en este mundo ocupan los primeros puestos,
tienen muchos servidores a su disposición y quieren que se les tome en cuenta.
Cristo conocía el corazón humano y conocía el
corazón de sus doce pescadores. Por ello, les previene de la forma más
sencilla, a través del ejemplo de un niño. Porque si hay alguien en esta vida
que nos da ejemplo de sencillez, naturalidad, candidez, franqueza son los
niños. Quien sino ellos son el ejemplo auténtico de humildad de espíritu.
Por tanto, recibir a un niño en medio de nosotros
significa acoger en nuestro corazón todas las virtudes que él representa. Y del
mismo modo si queremos llegar a Cristo no nos queda otro camino más que el de
la sencillez y humildad, el del servicio desinteresado a nuestro prójimo y en
definitiva el camino de hacernos pequeños ante los demás que significa cortar
todo engreimiento, vanidad y presunción delante de nuestro prójimo, y vivir
para los demás olvidado totalmente de uno mismo.