Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado
Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo:
"Sígueme". El se levantó y lo siguió, mientras Jesús estaba comiendo
en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con
él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los
discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?". Jesús,
que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del
médico, sino los enfermos, vayan y aprendan qué significa: Yo quiero
misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos,
sino a los pecadores".
“Sígueme”
He
aquí la misteriosa vocación del publicano. Cristo le da la orden de seguirle,
no por una cuestión material sino por el movimiento de su corazón. Y este
hombre que justo entonces sacaba ávidamente su provecho de las mercancías, que
explotaba duramente las fatigas y los peligros de los marineros, deja todo
sobre una palabra de llamada. El que tomaba los bienes de los otros, abandona
sus propios bienes. El que estaba sentado detrás de su triste mostrador, el
marcha con toda su alma a continuación del Señor. Y prepara una gran comida: el
hombre que recibe a Cristo en su residencia interior es saciado en delicias sin
medida, de sobreabundantes alegrías. En cuanto al Señor, entra con gusto, y se
pone a la mesa preparada por el amor de este que ha creído.
De un solo golpe se revela la diferencia
entre los que obedecen a la Ley y los discípulos de la gracia. Agarrarse a la
Ley, es sufrir en un corazón en ayunas un hambre sin remedio; acoger
internamente la Palabra, recibirla en el alma, es encontrar la renovación en la
abundancia de la comida y de la fuente eterna, es no tener jamás más
hambre, jamás más sed.
Si el Señor come con los pecadores ¿será para
prohibirnos juntarnos a la mesa y hacer vida común con los paganos? El nos
dice: “No son los sanos los que necesitan del médico sino los enfermos.” (Mt
9,12) Un nuevo remedio se nos ofrece por el Maestro nuevo. No es un producto de
la tierra ni ninguna ciencia sería capaz de descubrirlo.
San
Ambrosio
No hay comentarios:
Publicar un comentario