En aquel tiempo, Jesús atravesaba unos sembrados y
era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar
y a comer las espigas, al ver esto, los fariseos le dijeron: "Mira que tus
discípulos hacen lo que no está permitido en sábado", pero él les
respondió: "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros
tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la
ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino
solamente a los sacerdotes?
¿Y no han leído también en la Ley, que los
sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta? Ahora
bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si
hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios,
no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del
sábado".
“El Hijo del hombre es señor del sábado”
En
la ley, dada por Moisés… que no era más que una sombra, Dios
ordenaba a todos el reposo y no efectuar ningún trabajo en sábado.
Pero este sábado no era más que una imagen y una sombra (He 8,5) del auténtico
sábado que concede el Señor al alma. En efecto, el alma que ha sido hallada
digna del auténtico sábado deja de entregarse a sus preocupaciones vergonzosas
y feas y descansa. Celebra el verdadero sábado y goza del auténtico reposo,
liberada de todas las obras de las tinieblas... Saborea el reposo eterno y el
gozo del Señor.
Antiguamente estaba prescrito que incluso los animales,
privados de razón tenían que reposar el día del sábado. El buey no tenía que
llevar el yugo ni el asno cargarse con peso, porque incluso los animales debían
de reposar de sus trabajos pesados. Viviendo entre nosotros, el Señor nos trajo
el reposo del alma que estaba oprimida bajo el peso del pecado y que realizaba
obras de injusticia por causa del pecado, sometida a amos crueles. El Señor la
descargó del peso insoportable de las ideas vanas y viles, la libera del yugo
amargo de las obras de injusticia y le concede el reposo.
En efecto, el Señor llama al hombre al descanso
diciéndole: "venid todos los que estáis cansados y agobiados que yo os
aliviaré” (Mt 11,28). Y todas las almas que confían en él y se le acercan…
celebran un sábado verdadero, delicioso y santo, una fiesta del Espíritu, con
un gozo y una alegría indecibles. Le devuelven a Dios un culto puro que le
gusta, procediendo de un corazón puro. Este es el verdadero y
santo.
San Macario de
Egipto
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