Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes
y sencillos como palomas, cuídense de los hombres, porque los entregarán a los
tribunales y los azotarán en las sinagogas, a causa de mí, serán llevados ante
gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.
Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir:
lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán
ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El
hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su
hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir, ustedes serán
odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin
se salvará, cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen
en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las
ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre.
“Como corderos en medio de lobos”
Te
exhorto por la gracia de la cual estás revestido que sigas adelante en tu curso
y en exhortar a todos los hombres para que puedan ser salvos. Reivindica tu
cargo con toda diligencia de carne y de espíritu. Procura que haya unión, pues
no hay nada mejor que ella. Soporta a todos, como el Señor te soporta. Toléralo
todo con amor, tal como haces. Entrégate a oraciones incesantes. Pide mayor
sabiduría de la que ya tienes. Sé vigilante, y evita que tu espíritu se
adormile. Habla a cada hombre según la manera de Dios. Sobrelleva las dolencias
de todos, como un atleta perfecto. Allí donde hay más labor, hay mucha
ganancia.
Si amas a los entendidos, esto no es nada que haya que
agradecérsete. Más bien somete a los más impertinentes por medio de la mansedumbre.
No todas las heridas son sanadas por el mismo ungüento. Suaviza los dolores
agudos con fomentos. Sé prudente como la serpiente en todas las cosas e
inocente siempre como la paloma. Por esto estás hecho de carne y espíritu, para
que puedas desempeñar bien las cosas que aparecen ante tus ojos; y en cuanto a
las cosas invisibles, ruega que te sean reveladas, para que no carezcas de
nada, sino que puedas abundar en todo don espiritual.
Los tiempos te lo requieren, como los pilotos requieren
vientos, o un marino zarandeado por la tormenta (busca) un asilo, para poder
llegar a Dios. Sé sobrio, como atleta de Dios. El premio es la incorrupción y
la vida eterna, con respecto a la cual ya estás persuadido. En todas las cosas
te soy afecto, yo y mis cadenas, que tú estimaste.
No te desmayes por los que parecen ser dignos de
crédito y, pese a todo, enseñan doctrina extraña. Mantente firme como un yunque
cuando lo golpean. A un gran atleta le corresponde recibir golpes y triunfar.
Pero por amor de Dios hemos de soportar todas las cosas, para que El nos
soporte a nosotros. Sé, pues, más diligente de lo que eres. Marca las
estaciones. Espera en Aquel que está por encima de toda estación, el Eterno, el
Invisible, que se hizo visible por amor a nosotros, el Impalpable, el
Impasible, que sufrió por amor a nosotros, que sufrió en todas formas por amor
a nosotros.
San Ignacio de Antioquía
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