Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos
está cerca: curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los
leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den
también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni
provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el
que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo,
busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento
de partir, al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella, si esa
casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa
paz vuelva a ustedes.
Y si no los reciben ni quieren escuchar sus
palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus
pies, les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas
menos rigurosamente que esa ciudad.
Reflexión
Mateo ha grabado en su Evangelio estas
instrucciones que Jesús dio a sus discípulos antes de enviarlos por los pueblos
a predicar que el Reino de Dios estaba cerca. Los cristianos de todas las
épocas han entendido que estas disposiciones no estaban dirigidas sólo a ellos,
sino a todo cristiano que, en virtud de su bautismo, es también discípulo del
Maestro y enviado a proclamar su mensaje a todos los hombres.
¿Y qué nos dice este pasaje a nosotros, dos mil
años después? Las palabras de Jesús siguen siendo tan actuales como entonces,
ya que vivimos igualmente en un mundo necesitado de testigos de Dios, que busca
desesperadamente dónde está la verdad y el amor. Nosotros, apóstoles de nuestro
tiempo, estamos también llamados a entregarnos gratuitamente a nuestros
hermanos, en la ayuda desinteresada, el servicio franco y la donación personal
sin medida. Jesucristo nos sigue insistiendo en la necesidad de no perdernos en
las cosas y los métodos, para que así brille la luz que llevamos en el corazón.
Nos previene contra el peligro de no alumbrar este mundo por estar muy
distraídos con nosotros mismos. Él quiere que vivamos una vida de amor, de paz,
de alegría y confianza en Él, una vida que sencilla y centrada en lo
fundamental. Este es el testimonio que transforma, que convierte. Este es el
estilo de vida de los primeros cristianos que cambió todo un mundo para Cristo.
"Al entrar en una casa saludad; si la casa se
lo merece, la paz que de deseáis vendrá a ella." Ser hombres de misión, de
saludo y de paz. Hombres que llevan
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