Vengan a mí todos los que están afligidos y
agobiados, y yo los aliviaré, carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí,
porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".
"Seréis mis discípulos, porque soy manso y humilde
de corazón"
Queridos
amigos…, el centro de la vocación cristiana: es Cristo. Guardemos a Cristo en
nuestra vida, para guardar a los demás, para salvaguardar la creación. Pero la
vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que
tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a
todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos
dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener
respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos.
Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por
cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más
frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse
uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego,
como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se
convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las
amistades…, En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una
responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios…
Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan
puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos
los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos “custodios” de la creación, del
designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio
ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el
camino de este mundo nuestro. Pero, para “custodiar”, también tenemos que
cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia
ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros
sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones
buenas y malas (Lc 6,45): las que construyen y las que destruyen. No debemos
tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.
Papa Francisco
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