Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el
poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o
dolencia, los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de
sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su
hermano Juan;Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago,
hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que
lo entregó.
A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes
instrucciones: "No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad
de los samaritanos, vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de
Israel, por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
“Por los caminos,
proclamad que el Reino de Dios está cerca”
El hombre contemporáneo cree más
a los testigos que a los maestros; cree más en la experiencia que en la
doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías. El testimonio de vida
cristiana es la primera e insustituible forma de la misión: Cristo, de cuya
misión somos continuadores, es el “Testigo” por excelencia (Ap 1, 5; 3, 14) y
el modelo del testimonio cristiano.
La primera forma de testimonio es la vida misma del
misionero, la de la familia cristiana y de la comunidad eclesial, que hace
visible un nuevo modo de comportarse. El misionero que, aun con todos los
límites y defectos humanos, vive con sencillez según el modelo de Cristo, es un
signo de Dios y de las realidades trascendentales. Pero todos en la Iglesia,
esforzándose por imitar al divino Maestro, pueden y deben dar este testimonio,
que en muchos casos es el único modo posible de ser misioneros.
El testimonio evangélico, al que el mundo es más
sensible, es el de la atención a las personas y el de la caridad para con los
pobres y los pequeños, con los que sufren. La gratuidad de esta actitud y de
estas acciones, que contrastan profundamente con el egoísmo presente en el
hombre, hace surgir unas preguntas precisas que orientan hacia Dios y el
Evangelio. Incluso el trabajar por la paz, la justicia, los derechos del
hombre, la promoción humana, es un testimonio del Evangelio, si es un signo de
atención a las personas y está ordenado al desarrollo integral del hombre.
Beato Juan Pablo II
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