El discípulo no es más que el maestro ni el
servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al
servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a
los de su casa! No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado,
y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en
pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a
la Gehena. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin
embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre
que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No
teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca
abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el
cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que
reniegue de mí ante los hombres.
“No temáis a los que matan euerpo pero no pueden matar
el alma”
Por tanto, no le sujetaron con
los clavos, sino que lo ataron. Ligadas las manos a la espalda como si fuera
una víctima insigne seleccionada de entre el numeroso rebaño para el
sacrificio, como ofrenda agradable a Dios, mirando al cielo, Policarpo dijo:
“Señor, Dios todopoderoso, Padre de nuestro amado y
bendito Jesucristo, Hijo tuyo, por quien te hemos conocido; Dios de los
ángeles, de los arcángeles, de toda criatura y de todos los justos que viven en
tu presencia: te bendigo, porque en este día y en esta hora me has concedido
ser contado entre el número de tus mártires, participar del cáliz de Cristo y,
por el Espíritu Santo, ser destinado a la resurrección de la vida eterna en la
incorruptibilidad del alma y del cuerpo. ¡Ojalá que sea yo también contado
entre el número de tus santos como un sacrificio enjundioso y agradable, tal
como lo dispusiste de antemano, me lo diste a conocer y ahora lo cumples, oh
Dios veraz e ignorante de la mentira! Por esto te alabo, te bendigo y te
glorifico en todas las cosas por medio de tu Hijo amado Jesucristo, eterno y
celestial Pontífice. Por él a ti, en unión con él mismo y el Espíritu Santo,
sea la gloria ahora y en el futuro, por los siglos de los siglos. Amén”
Carta de la Iglesia de
Esmirna sobre el martirio de San Policarpo
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