En seguida los fariseos salieron y se confabularon
para buscar la forma de acabar con él. Al enterarse de esto, Jesús se
alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos.
Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a
conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías:
Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy
querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él
y anunciará la justicia a las nacion
es. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en
las plazas. No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante,
hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza
en su Nombre
“Este es mi
siervo”
Cristo, siendo Dios por su
naturaleza, Palabra verdadera de Dios Padre, de la misma naturaleza que el
Padre y coeterno con él, brillando en lo más alto de los cielos, en su
condición de Dios y semejante a Dios, “no consideró como presa codiciable el ser
igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó la condición de
esclavo y se hizo semejante a los hombres.” Naciendo de María Virgen se
comportó como un hombre cualquiera y “en su condición de hombre se humilló a sí
mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz”(cf Flp
2,6-8).
Cristo se abajó hasta nuestra humildad, dando a la
humanidad la plenitud que le es propia. Se abajó no por obligación sino con
plena libertad. Por nosotros adoptó la condición de esclavo, él que es la
libertad en persona. Se hace uno como nosotros, él que está por encima de toda
la creación. Se somete a la muerte, él que da la vida al mundo... Se pone bajo
la Ley como nosotros (Gal 4,4), él que siendo Dios trasciende la Ley. Se hace
hombre entre los hombres; naciendo de mujer, tiene un comienzo, él que precede
todos los tiempos y todas las edades, más aún: él que es el Creador y el origen
de todos los siglos… Él que tomó carne de María es de la misma naturaleza que
nosotros, está hecho de nuestra propia sustancia, haciéndose cargo de la
descendencia de Abraham. Pero, al mismo tiempo, es, por el plan divino, de la
misma naturaleza que Dios su Padre.
San Cirilo de Alejandría