En aquel tiempo dijo Jesús: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y
se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al llama,
se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le
dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros,
siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro
Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! «Por
tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros
a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.
Meditación del Papa Francisco
¿Cómo oramos, nosotros? Oramos así, por costumbre,
con piedad pero tranquilos, ¿o nos introducimos con valentía, ante el Señor
para pedir la gracia, para pedir aquello por lo cual oramos?
Una oración que no es valiente no es una verdadera
oración. El coraje de confiar en que el Señor nos escucha, el coraje de llamar
a la puerta... El Señor lo dice: “Porque todo el que pide recibe, y el que
busca encuentra y al que llama, se le abrirá”. Pero se necesita, buscar y tocar
a la puerta. Nosotros, ¿nos involucramos en la oración?, ¿sabemos tocar el
corazón de Dios? En el evangelio Jesús dice: "Pues si ustedes, siendo
malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre celestial dará
el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!" Esto es algo grande. Cuando
oramos valientemente, el Señor nos da la gracia, e incluso se da a sí mismo en
la gracia: el Espíritu Santo, es decir, ¡a sí mismo! Nunca el Señor da o envía
una gracia por correo: ¡nunca! ¡La lleva Él mismo! ¡Él es la gracia! (S.S.
Francisco, 10 de octubre de 2013, homilía en misa matutina en la capilla de
Santa Marta).
Reflexión
El sermón de la montaña es uno de los pasajes de
los cuatro evangelios en que encontramos más claridad y precisión en las
palabras de Cristo. Jesús nos transmite dos cosas en este texto: la eficacia
total de la oración y la ley de la caridad.
Con frecuencia se puede caer en la tentación de
desanimarse en la vida de oración porque no vemos los frutos o no se nos
concede aquello que pedimos. Jesús, sin embargo, nos dice todo lo contrario.
Todo lo que pidamos a Dios se nos concederá, porque Él es un padre bueno que da
a sus hijos aquello que le piden. ¿Qué pensaríamos de un padre que da a su hijo
una serpiente, como dice el evangelio, porque éste le ha pedido un pan? Dios
Padre es tan bueno que no nos concede todo lo que pedimos, sino aquello que
conviene a nuestra vida, aunque no nos demos cuenta.
Finalmente Jesús concluye con la ley que sigue
Dios: el amor. Dios nos concede todo por este único motivo. Nosotros, que hemos
sido creados a su imagen y semejanza, tenemos que vivir este mismo amor con
todos de una manera universal, como lo hace Él. Hagamos un esfuerzo especial
estos días de cuaresma para amar más a todos los hombres a ejemplo e imitación
de Jesucristo.
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