Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:
"Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de
Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se
guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros
de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo
lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de
sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los
primeros asientos en las sinagogas,
ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi
maestro' por la gente.
En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro',
porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie
en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No
se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el
Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque
el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
El Papa
Francisco dijo esta mañana en su homilía en Casa Santa Marta:
la Cuaresma es
un tiempo para “ajustar la vida”, “para acercarse al Señor”; e hizo una
advertencia a no sentirse “mejor que los demás”. Señaló, además que los
hipócritas, “se disfrazan de buenos” y no comprenden que “nadie es justo por sí
mismo”, puesto que todos “tenemos necesidad de ser justificados”.
El
Santo Padre profundizó sobre la conversión, elemento clave durante los cuarenta
días de preparación a la Pascua. A partir del Libro del profeta Isaías subrayó
la necesidad de cambiar nuestra vida, mirar “bien en nuestra alma” donde
siempre encontraremos algo. La Cuaresma, añadió, es precisamente esto, “ajustar
la vida”, acercándonos al Señor. Porque Él “nos quiere cerca” y nos asegura que
“nos espera para perdonarnos”.
Sin
embargo, advirtió el Papa, el Señor quiere “un acercamiento sincero” y nos pone
en guardia para no ser hipócritas:
“¿Qué hacen los hipócritas? Se disfrazan, se disfrazan de buenos: ponen cara de
imagencita, rezan mirando hacia el cielo, haciéndose ver, se sienten más justos
que los demás, desprecian a los demás. ‘Pero – dicen – yo soy muy católico,
porque mi tío es un gran benefactor, mi familia es ésta, y yo soy… he
aprendido… conocido a tal obispo, a tal cardenal, a tal padre… Yo soy…’. Se
sienten mejores que los demás. Ésta es la hipocresía. El Señor dice: ‘No, eso
no’. Ninguno es justo por sí mismo. Todos tenemos necesidad de ser
justificados. Y el único que nos justifica es Jesucristo”.
Por esta razón, añadió el Papa, debemos acercarnos al Señor: “Para no ser
cristianos disfrazados, que cuando pasa esta apariencia, se ve la realidad, es
decir que no son cristianos”. Ante la pregunta de cómo hacer para no ser
hipócritas y acercarnos al Señor, Francisco dijo que la respuesta nos la da el
mismo Señor en la primera Lectura cuando dice: “Lávense, purifíquense, alejen
de mis ojos el mal de sus acciones, dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el
bien”. Ésta es la invitación. Y al preguntar cuál es el signo que indica que vamos
por el buen camino, el Papa dijo:
“‘Socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan la causa de la
viuda’. Ocúpense del prójimo: del enfermo, del pobre, del que tiene necesidad,
del ignorante. Ésta es la piedra de parangón. Los hipócritas no saben hacer
esto, no pueden, porque están tan llenos de sí mismos que están ciegos para
mirar a los demás. Cuando uno camina un poco y se acerca al Señor, la luz del
Señor le hace ver estas cosas y va a ayudar a los hermanos. Éste es el signo,
éste es el signo de la conversión”.
El Papa observó que ciertamente “no es toda la conversión”, eso es, en efecto,
“el encuentro con Jesucristo”, pero “el signo de que nosotros estamos con
Jesucristo es éste: atender a los hermanos, a los pobres, a los enfermos, como
el Señor nos enseña” y como leemos en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo:
“La Cuaresma es para ajustar la vida, organizar la vida, cambiar la vida, para
acercarnos al Señor. El signo de que estamos lejos del Señor es la hipocresía.
El hipócrita no tiene necesidad del Señor, se salva por sí mismo, así piensa, y
se viste de santo. El signo de que nosotros nos acercamos al Señor con la
penitencia, pidiendo perdón, es que nosotros cuidamos a nuestros hermanos
necesitados. Que el Señor nos de a todos luz y coraje: luz para conocer lo que
sucede dentro de nosotros y coraje para convertirnos, para acercarnos al Señor.
¡Es hermoso estar cerca del Señor”!